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sábado, 26 de febrero de 2011

Silla que no se sostiene, a nadie conviene

Si tenemos una silla desencolada, por la parte de atrás, por ejemplo, como ésta, lo primero que debemos de hacer es desmontarla, después limpiar las cajas y las espigas de cola vieja y posteriormente encolar y montar.
Estado en que llegó la silla.
Soltamos las cinchas para poder separar el respaldo del asiento, quitando los clavos o grapas
Ya tenemos ambas piezas separadas.
Toda la cola que encontremos, debemos quitarla
Y debería quedar más o menos así. Esto es en la caja. Lo mismo hemos de hacer en las espigas.
Después preparamos la cola. Dado que al quitar el pegamento anterior nos hemos comido un pelín de madera, yo prefiero utilizar un pegamento epoxi de 2 compenentes antes que cola blanca de carpintero. Además, la coloreo con un poquito de óleo.
Montamos, rellenando bien de pegamento todas las uniones y apretamos con gatos
Cuando esté seco (24 horas), quitamos gatos y restos de pegamento y repasamos de barniz. La silla volverá a servir durante un buen puñado de años.

Atractivos turísticos de Madrid.

Si venís a Madrid, no dejeis de disfrutar de su magnífica polución y de los encantos que encierra.
Puente "Acueducto", sobre la calle Segovia.

Escultura humana. Plaza de Neptuno

Estupenda vista general de la polución madrileña.

Exposición fotógrafica virtual en las calles de Madrid

Fotografia. Balance de blancos

La luz tiene colores y la luz del sol no tiene el mismo color que la luz de una bombilla (y dentro del mundo de las bombillas pues hay, eso, un mundo de colores de luz) ni de un fluorescente, ni de una farola, ni de una vela...
Podríamos decir que unas son frías (día de sol en la nieve que refleja el azul del cielo, por ejemplo) y otras cálidas o calientes (cualquier escena de interior iluminada por bombillas de filamento o velas). En el primer caso la luz tiene un ligero tono azul y en el segundo un ligero tono amarillento-rojizo. Si la luz es de un fluorescente, por lo general, su luz es verde.
Nuestros ojos, debido a la memoria, lo "ven" todo, en cualquier circunstancia, adecuadamente y podríamos decir que salvo en el caso de la luz de las velas, muy amarillo-rojiza, o luces claramente de colores, las luces que iluminan nuestro entorno las consideramos limpias, es decir, luz blanca, sin color.
Las cámaras fotográficas, que son más exactas en sus análisis, nos enseñan que cuando activamos el balance de blancos para una situación: nublado, sol, sombras, bombilla, etc y luego, por olvido, hacemos fotos en otras circunstancias, las imágenes que obtenemos, están coloreadas. Por ejemplo: Si elegimos la "bombilla" y luego hacemos fotos en la calle, éstas saldrán azules o, a la inversa, si ponemos el "sol" y hacemos fotos dentro de casa con las bombillas encendidas, obtendremos imágenes anaranjadas. Pero, lo mejor es que lo veamos con ejemplos. Ahí van:
Esta foto, tiene el balance de blancos ajustado en cámara, o sea, que antes de hacer la foto, puse un papel blanco en la pared del fondo (un folio, por ejemplo) llené el visor de mi cámara con ese folio, y disparé una foto. Despues fui al menú de la cámara y le dije que ajustara el blanco en esa foto. Ojo, cada cámara tiene su sistema para ajustar el balance de blancos (mirar instrucciones de ella). Podemos decir, por tanto, que en cuanto a color de la luz, es "perfecta". La siguiente, tiene el ajuste del balance de blancos en "nublado"
Luz igual que la anterior, es decir luz que entra por una ventana. Ajuste en "Nublado". Observese ligeramente amarillenta
Misma luz. Ajuste en "Sol". El ajuste menos erróneo en ésta circunstancias
Misma luz. Ajuste en "Bombilla". Observese el tono azul
Misma luz. Ajuste en "Fluorescente" Observese el tono magenta (rosa-violeta). A partir de la siguiente foto, las persianas fueron cerradas y las luces de "bombillas" filamentos y halógenas, fueron encendidas.

Luz, como explique´inmediatamente más arriba, Ajuste en "fluorescente"

Misma luz. Ajuste en "Bombilla"
Misma luz. Ajuste en "Sol"
Misma luz. Ajuste en "Nublado"


jueves, 10 de febrero de 2011

Paloma boomerang en una fuente del Parque del Retiro, en Madrid.


Autoretrato a la luz de un eclipse solar

Ampliar, ampliar y viréis como mi sombra y la sombra de las hojas del árbol, también tienen sombra, jejeje.

Toalla

A veces, pocas, me doy un baño (digo baño, que no ducha) y, dentro de esas veces, tengo la cámara de fotos conmigo. Un día de éstos, Ella, colgaba una toalla recien lavada para secarla en la barra de la cortina de la bañera. Debía de ser su 366 lavado, por lo menos. Su transparencia, me llamó la atención.

lunes, 7 de febrero de 2011

Tarde de Cuentos en casa de Morenza.

En una bonita y soleada tarde de febrero, los amigos y cuentistas se reunieron de nuevo, en bajo número, eso sí. Unos no vinieron por motivos que otros dieron y otros, no vinieron porque no quisieron. Y los que vinieron, esto escribieron:

Un piano, suena magistral. Magistral. Con la música, imagino un caballo galopando. Y yo, sobre el. Por una pradera inacabable. Al galope dislocado. El caballo y yo. Una explosión de vida. Una explosión de sensaciones. La música lo envuelve todo y nuestro galopar no cesa. Al compás de la música, ahora trotando, luego arrancando a la carrera, al clavar las pezuñas con pasión en el verde suelo. Y al instante, el vuelo. El tiempo se convierte en sueño. Y todo se detiene. Es una catarata de luz en polvo.
Tras ello, viene el silencio. El crepitar de las teclas del ordenador de mi compañero, también escribiendo, el guardian de la música. El tema ha acabado y dista mucho de poner otro. La inspiración se dibuja de su cabeza a la punta de sus dedos y, mi bolígrafo, en su sordo susurrar, describe un momento, un instante, de ésta tarde de cuentos biplaza. Cuentos a dos. Por una cara y a doble espacio.


Y ésto:

Frente a la ventana, estoy viendo a las banderas. Y, se me ha ocurrido que la vida bien puede estar representada por una bandera. Que se parece. O que más bien, es igual. Tengo tres delante de mí. Bueno, cuatro. A una, por su quietud, no la reconocí en un principio. Corre en este momento una ligera brisa. La tarde está soleada. Increible. Casi se celebra un día de sol.
Las banderas se mecen cada una a su manera. La brisa es la misma, pero cada una lleva su baile diferente. Unas más inquietas, más vivaces. Están animadas. Son dos, especialmente. De la Comunidad de Madrid. Y es curioso, porque están en los extremos.
Luego está la de España. Esta parece más languida. No llega ni a melancólica. Sólo, de cuando en cuando, dobla una esquina, pero en general, pende del mastil inmovil. A lo sumo un penduleo. Aletazos sin fuerza e inacabados.
Luego, la última, la que apenás ví pues apenas se mueve. No consigo reconocer a que pertenece. Parece almidonada. Es roja y tiene una punta
estirada hacia abajo, como si dentro tuviera el palo de una muleta del toreo. Podría ser de la Policia Municipal ya que están a las puertas de sus dependencias. Si así fuera, habría que preguntar qué tal es el jefe, por lo que dice la bandera.
De modo que, concluyo, no es que las banderas sean como nosotros o, nuestras vidas, como ellas, si no que ellas son Oráculos y que, el viento, son sus ojos.


Y, también, ésto:

Cabezas a euro!, cabezas a euro!, se desgañitaba la señora junto al quiosko de la plaza. Me acerqué sin vacilar llevado por la enorme tentación de aquel precio ridículo. La señora sudorosa me miraba impaciente. Yo no acertaba a expresar con acierto mi deseo, mas bien mi capricho, como coño se compraba eso. Las cabezas entonces empezaron a chismorrear entre ellas en un tono algo acalorado dedicándome a la vez fugaces miradas. Que va a ser chaval, que no tengo todo el día!. – Pues, ehh, una cabeza. – ¿Como? me increpó indignada la señora.- Quería una cabeza. Un alboroto ahora mas elevado se extendió como la pólvora en la bandeja donde se arremolinaban las cabezas que ahora me miraban fijamente con rostro aterrado. – ¿Solo se va a llevar usted una? Como mínimo se debe usted llevar dos, que va a hacer una sola, se volvería loca!!.- Entiendo, pues entonces deme dos. Cual le gusta más, escoja las que más le gusten. Me agaché y miré ahora de cerca aquellas cabezas apiñadas en una bandeja de fruta medio oxidada. Había rostros de todo tipo, con mofletes rechonchos y pudorosos labios pequeños y finos, había caras flacas consumidas y caras con ojeras, había cabezas distraídas y sonrientes, otras preocupadas y con el ceño fruncido.- Cabezas altivas, cabezas enfadadas, cabezas melancólicas, cabezas soñadoras, cabezas infantiles, cabezas extasiadas, cabezas empecinadas, cabezas decididas y cabezas vagas, cabezas absortas, cabezas esperanzadas y algunas decepcionadas. Cabezas listas y cabezas tontas, algunas lloronas y otras irritantemente risueñas. Eh!, mirar!, parece indeciso el pobre, jajajajaa empezaron a reír, no sabe con cual de nosotras quedarse. Me emocionaba la idea de poder disponer de dos cabezas más. Pero ¿con cual quedarme? Lo que necesito es una cabeza decidida que me diga lo que tengo que hacer en los momentos de duda. No, no porque sería una mandona y acabaría ordenándome o yo dependiendo en exceso de ella. Mejor una cabeza risueña. No, no mi vida se banalizaría, mejor una cabeza honda y responsable…No, no, la verdad es que creo que me basta con la mía, hasta la mía a veces me sobra para que quiero yo otra cabeza. Entonces sentí un cierto fresquito, un airecito invadió mi cuerpo. Mi cabeza con cara de pena me miró con pena a modo de despedida mezclada ahora entre las otras. La señora grita: cabezas a un euro! Cabezas a un euro!. Desde la perspectiva que ahora tenia en la bandeja de fruta soplé el pelo de una señora que me tapaba los ojos y pude ver como mi cuerpo saltaba y se meneaba alegre, mientras se alejaba del cesto de fruta, de la plaza, del quiosko. Y entonces, por fin sonreí…